domingo, 6 de marzo de 2011

Al fondo, se ve el túnel que une los caminos
Ten, toma mi mano, me dijo.
Juntos, sin querer mirar atrás continuamos nuestro viaje.
¿Hacia dónde vamos?, pregunté.
No importa...ya nada importa...imagina el lugar que quieras y ahí iremos, contestó.
Sonreí. El sentir mi mano apretada a la suya hizo que toda duda desapareciera.
Era verdad, ya nada importaba.
De pronto, sentí un fuerte cosquilleo. Una luz, un destello.
Cerré los ojos. Al abrirlos, todo era diferente. Personas me miraban desde arriba y no entendía nada. Me quedé dormida. Al despertar, estaba en una habitación desconocida...junto a mi cama se encontraba una mujer vestida con un delantal blanco. Tranquila, me dijo, vas a estar bien.
Pregunté por él, hacía sólo un momento estaba conmigo...la mujer agachó la cabeza, se acercó a mí y contestó: Lo siento, el golpe del auto fue demasiado fuerte y no pudimos hacer nada.
Mis ojos se nublaron, la confusión se apoderó de mí. Giré mi cuerpo y me recosté mirando hacia la ventana. Ya nada importaba...absolutamente nada.